Un pequeño proyecto, un cuaderno de viaje

En este cuaderno virtual vamos a ir sumando cada día un poco de trabajo y de creatividad. Quien dijo que la Lengua era aburrida, no debía de conocerla bien

sábado, 3 de diciembre de 2011

Trabajo voluntario. Mi primera vez


Seguro que en muchas ocasiones, cuando habéis tenido que realiar una actividad por vez primera, habéis sentido miedo, ansiedad, angustia, porquela imaginabais mucho más difícil o aburrida de lo que fue. Os propongo que esta semana de días festivos varios hagáis un ejercicio de redacción consistente en recordar justo eso, la primera vez que hicisteis algo. Para los malpensados o los poco imaginativos dejo aquí unas cuantas propuestas de alumnos de vuestra edad que pueden ayudaros a encontrar esa ocasión en vuestras propias vidas que nadie más que vosotros puede contar. Recordad, una semana de tiempo para entregarlo, así que el día 12 de diciembre, lunes, como tope.

Mi primer contacto con la muerte


Carpe diem, ¡Cuán conocida es esta expresión latina que equivale a “disfruta el momento”! Pero ¡qué poco conocida es su continuación memento mori, la que significa literalmente, “recuerda que morirás”!
Es algo tétrico pensar que, desde que nacemos, toda acción que emprendemos en nuestra vida, desencadenará en un destino fatal, la muerte. Pero para todos nosotros, lo mejor es obviar tal realidad y permanecer felizmente ciegos, hasta que ella se vuelva a hacer presente en nuestras vidas.
Mi primer contacto con la muerte me llegó una fría mañana de domingo invernal, cuando por teléfono, distinguí un tono nuevo en la voz de mi madre. Mi abuelo paterno había muerto a los 69 años, tras un año de lucha interna contra su maldito cáncer metastásico de origen desconocido.
Nunca antes, en mi entonces corta vida, había sentido tan de cerca el sentimiento de rabia y pérdida que sentí aquel día.
A mi pesar, me dejó aquel hombre flaco y alto que me enseñó a dominar la bicicleta e intentó inculcarme su amor por el tango y su virtuosa mano para el bandoneón. Aún recuerdo todas las disputas que teníamos si tocaba alguna de sus herramientas en el taller, cachetadas que se quedan marcadas en el recuerdo, pero no con una connotación negativa…
¡Quién iba a imaginarse la última vez que lo vi en aquella residencia para enfermos terminales que aquel compañero asesino, después de haberlo devorado por dentro, también se había comido su mal carácter, restando solamente un tipo generoso, tierno y lleno de amor!


Bruno Campagna

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